Chapter Text
Pasó el tiempo para Bachira; no sabía cuánto, solo que pasaba lentamente, como gotas de agua cayendo de hojas en las copas de los árboles. Tal vez habían pasado semanas o días. ¿Cómo él podría saber? Se dedicó a comer comida en lata y a encender velas para ver en la penumbra del sótano. Las velas que Bachira tenía eran duraderas, pero se le estaban acabando y decidió buscar alrededor del área para ver qué encontraba.
Retirando cajas llenas de cosas, Bachira encontró una caja muy especial; tenía sus juguetes de la infancia y una foto de él y su madre. ¡Su madre! ¿Cómo la pudo olvidar? Estaba en el trabajo cuando todo inició. ¡Tal vez siga viva como él! Y mientras se puso a divagar más entre sus pensamientos, recordó algo más, un detalle insignificante que olvidó. Su amigo en línea Isagi justo venía en camino cuando sucedió todo. Esto llenó a Bachira de determinación.
Bachira empacó todo lo que iba a necesitar: comida, agua, linternas y un bate por si acaso. Su plan era hallar a Isagi y que este lo ayudara a encontrar a su madre. Decidido, pero aún con miedo, se dirigió a las escaleras del sótano y abrió la escotilla lentamente y con cuidado. Presencio de nuevo el mismo paisaje desolado de la primera vez. El cielo casi no tenía ninguna nube, los pájaros no cantaban como siempre, pero ya no se oían los quejidos de dolor de los heridos, solo silencio.
Un silencio ensordecedor que inquieta a cualquiera. Bachira miró la fecha en su teléfono, que casi no tenía carga, y abrió los ojos en sorpresa al verla: 8 de enero de 2013. Él no sabía que había pasado tanto tiempo desde la catástrofe. Guardó su teléfono y se puso en marcha.
Camino a paso suave y silencioso por la carretera de su barrio, o más bien lo que quedaba de su barrio. Solo vio escombros y cadáveres putrefactos con moscas encima. Mientras miraba con cautela en caso de cualquier peligro, se topó con el cadáver de un hombre tirado en medio; le faltaba la cintura para abajo. Bachira lo miró y se le revolvió el estómago de asco y miedo, así que simplemente decidió rodearlo.
Mientras lo hacía, vio desde la periferia de su ojo cómo el cadáver se movía. Bachira se alejó asustado del cadáver, lo miró y dijo en voz alta: "¿Qué mierda?". El cadáver giró su cabeza y miró a Bachira con sus ojos sin vida. Este empezó a arrastrarse hacia Bachira mientras gemía de dolor. Bachira se asustó y empezó a correr; corrió lo más rápido que pudo hasta perder de vista el cadáver.
Así fue como llegó a unas vías del tren e inteligentemente empezó a seguirlas, sabiendo que lo llevarían a donde deseaba. Caminó un rato y vio varios cadáveres moviéndose a paso lento, como una macabra caravana que va hacia el inframundo. Bachira decidió acelerar el paso en silencio y pensó que todo esto parecía un apocalipsis zombie como el de las películas.
Avanzo a paso firme y logro llegar sin muchas dificultades hasta la estación del tren. Fue bueno aprender fútbol; eso le generó una resistencia increíble. Ay, el futbol, ojalá pudiera jugar como antes. Entrando a la estación de tren, vio la estructura. Todavía se veía la arquitectura de lo que alguna vez fue y su entrada se veía segura. Así que, sin pensarlo mucho, Bachira entró y con lo que vio casi vomita.
Cadáveres y sangre por todos lados. Un paisaje desolador que le causaba a Bachira algo de miedo, pero también nostalgia. La estación del tren, un lugar que había sido un punto concurrido entre los habitantes de Chiba, ahora abandonado y con aún los vestigios de lo que alguna vez fue.
Esto llenó a Bachira de suma tristeza, pero decidió avanzar y llegó a la zona donde se espera el tren. Cuando llegué, ahí había un tren en sorprendente buen estado. Tomó su bate y con esfuerzo logró abrir la puerta para adentrarse a los vagones y buscar a su amigo.
Camino con cautela, pues podría encontrarse una de esas bestias y morir. Bachira tomó su bate en la mano como si al agarrarlo se aferrara a la vida. El área se veía tranquila, extrañamente callada, cadáveres derramados y olor putrefacto, pero se escuchó un ruido y entonces Bachira alzó la mirada y lo vio. Un zombi grande que devoraba a los muertos del suelo y, al ver a Bachira, sus ojos hicieron una extraña mueca que le congeló la sangre.
Bachira se giró y corrió. No miró atrás y corrió lo más rápido que pudo mientras oía los pasos del zombie, como si de una sentencia de muerte se tratase. Ahí fue cuando Bachira lo notó; llegó al último vagón, ya no había salida. Él se aferró a su bate mientras el muerto viviente se acercaba corriendo y, con velocidad, le encestó un golpe en la cabeza. El cadáver tambaleó y se detuvo por unos segundos, pero volvió a atacar a Bachira. Él forcejeó con el zombie y con todas sus fuerzas intentó deshacerse de él, pero no pudo y pronto se rindió.
